Día de la discapacidad o día del talento diverso. El camino hacia la felicidad.

Las capacidades y las competencias ofrecen, diferentes realidades y diferentes estilos de aprendizaje. Gardner distingue entre diversas inteligencias: narrativa, cuantitativa/numérica, lógica, existencial/esencial, estética, práctica, social (Gardner). Por lo tanto, educar es ayudar a que el/a niñ@ se desarrolle en términos de capacidades, para que construya de manera adecuada su memoria, genere conocimiento y tenga una conducta correcta.

Los sistemas educativos, en general, valoran tremendamente la erudición y, de hecho, es lo que califican. “Sin embargo, ni califican ni miden la capacidad de escucha, la empatía, el autodominio, la sabiduría, el liderazgo, el coraje, la compasión y otras virtudes que luego tantas veces marcan el éxito de la vida” (Alonso, M.)

En la evolución del ser humano, el desarrollo del logro de alcanzar la felicidad es la capacidad que le resulta más satisfactoria. Pero la felicidad no es un concepto unitario. La superación de muchas pequeñas etapas cargadas de vivencias vitales, que suman emociones, nos llevan a la felicidad cuando somos capaces de integrarnos en un proyecto social, en el que colaboramos, nos entendemos, queremos y somos queridos, nos comunicamos. Todo esto, pertenece a esa parte más social, de esta manera la sociabilidad se convierte en la virtud que acerca a la felicidad.

En el trascurso de la vida, las personas alcanzan la felicidad a través de las capacidades personales que se retroalimentan del entorno, yendo de lo individual a lo colectivo. Al considerar las capacidades interiores, se ve reforzada la autoconfianza, que da valor al alcance de los sueños, a la vez que se fomenta el desarrollo de otras habilidades más específicas que producen gran satisfacción (Armstrong, T.,), por lo tanto facilitan el logro de la felicidad que se comentaba anteriormente.

La felicidad no se alcanza con el éxito profesional o no únicamente, sino también o sobre todo, a través del proyecto vital. La felicidad supone encontrar la armonía entre el bienestar, la vinculación social y la ampliación de posibilidades. (Marina, J.A).

Cuando las capacidades se encuentran “en armonía” con las competencias alcanzadas se alcanza la satisfacción. Durante décadas y actualmente, se ha puntuado la inteligencia y, por lo tanto, el éxito social ha ido unido al éxito académico. Se mide la inteligencia y se cuantifica tomando como referencia los resultados obtenidos en los test de inteligencia. (Armstrong, T.). Pero, “no hay una persona promedio en ningún lugar; el promedio tan sólo representa una entidad estadística. Para ser algo que en realidad carece de existencia tangible, en nuestra sociedad hemos proyectado un enorme poder sobre la idea de normalidad”. (Armstrong, T.). No se puede hablar de inteligencia sin tener en cuenta el contexto social e histórico (Marina, J.A.), como factores influyentes y determinantes de la misma.

Las capacidades pueden tener tantas posibles definiciones como seres humanos en la tierra.

En un mundo en el que se da gran importancia a las relaciones con los otros, ya sean personales, sociales, laborales o profesionales, “lo que no podemos soportar es sentirnos insignificantes” (Marina, J.A.). La información que se recibe de las emociones es básica para elaborar las funciones mentales, y también, en el funcionamiento de las relaciones sociales porque la emoción es el ingrediente básico del proceso cognitivo, del razonamiento. (Mora, F.).

Íntimamente ligado al mundo de las emociones, está el ambiente en el que se manifiestan. El ambiente es un valor fundamental en el desarrollo de las capacidades y de las competencias. “Cuanto más inteligente sea el entorno y más potentes sean las intervenciones y los recursos disponibles, más hábiles llegarán a ser las personas” (Gardner)
La calidad educativa, formativa, también implica detectar en lo excepcional y en lo diferente, lo fantástico y lo único. En demasiadas ocasiones se rompe con el desarrollo integral del alumno/a, en base a especulaciones diagnósticas como excusa para desentendernos del aprendizaje (Blakemore, S.J. y Frith, U.). Un diagnóstico debe de servir para orientar, no para etiquetar y eliminar un reto que se plantea como problema. “Existe la tendencia a aislar a las personas diagnosticadas y a alejarlas cuanto sea posible de los demás” (Armstrong, T.). Es necesario que las capacidades se transformen en competencias para el buen ser y el buen vivir. “Nos guste aceptarlo no, una persona bloqueada emocionalmente está anulada intelectualmente”. (Alonso, M.)

La comunidad, en general, asocia fracaso académico con fracaso vital, y por lo tanto, bajada en la jerarquía sistema social.

Cuando alguien falla en las competencias básicas de lectoescritura y de matemáticas, queda anulado por el sistema y descartado como persona competente y de éxito. “Platón llega a decir que para ser sabio no hace falta ni siquiera saber leer ni escribir”.(Marina, J.A). Pero de una manera más habitual de la deseada el sistema propone enviar a los estudiantes “fracasados” a centros especiales, indignificando aún más si cabe, estos centros, como si fuesen el Gueto de lo imperfecto, lo a-normal y lo diferente. Pero, ¿qué es realmente “lo diferente”?. Cada persona es peculiar como individuo, es decir, física, emocional e intelectualmente. Hay tantas diferencias como seres humanos sobre la tierra porque “las inteligencias surgen de la combinación de la herencia genética de la persona y de sus condiciones de vida en una cultura y época dadas”. (Gardner, H.). En este sentido, la inteligencia depende en la misma proporción de la herencia y de la educación, y además para que la evolución genética sea adecuada necesita de una estimulación ambiental también adecuada, teniendo en cuenta que el cerebro recibe estímulos incluso antes de nacer (Marina, J.A., Blakemore, S.J. y Frith, U.). La estimulación correcta del cerebro, el ambiente son pasos importantes y necesarios, para un aprendizaje normal. Y, “Por el contrario, un medio ambiente abusivo, castigador y estresante influye y de hecho impide, el normal desarrollo de los circuitos cerebrales que permiten el aprendizaje normal”. (Mora, F.). Así pues, la influencia del entorno en el desarrollo del cerebro es determinante. (Armstrong, T.). Como se imagine y cómo se entienda el entorno y la diversidad, son fundamentales en el establecimiento de los principios y valores educativos.

La Adaptabilidad a los diferentes estilos de aprendizaje, bajo el concepto de la capacidad y no de la discapacidad, es la premisa para entender la diferencia desde la inclusión y la equidad. La diversidad es lo que define la individualidad y el ser únicos, y la educación es la que nos ha de velar por la igualdad desde la equidad y la inclusión. “En este sentido, la alternativa a la adaptación no es tolerar el desorden sino ensalzar la diversidad”. (Robinson, K.). Social y educativamente existe la “cultura de la discapacidad. El problema es que los investigadores médicos tienen por lo general una perspectiva en todo lo relativo al cerebro basada en la enfermedad, y no basada en la salud y el bienestar” (Armstrong, T.).

Aún queda mucho camino por recorrer en este mundo ilimitado de las capacidades y la diversidad. Es cierto que nuestra dotación genética va a favorecer unas capacidades sobre otras, donde el entorno además, hará que cada persona tenga su propio concepto de individualidad. Tanto los genes como la experiencia son únicos, como lo es también la forma en la que el cerebro interpreta el mundo, siendo una de las razones por las que no existen dos seres humanos iguales, ni dos conciencias iguales. Siempre hay pequeñas o grandes diferencias que hace que cada individuo se encuentre en la disposición de hacer una contribución única a nuestro mundo. (Gardner, H.). “Cada individuo es único”. (Robinson, K.).

Es lamentable comprobar como en los casos en los que se impone la igualdad para todos, en términos de colectividad, por lo que no se favorece la equidad, muchos alumnos se ven abocados al fracaso, y en el mejor de los casos, a solicitar una discapacidad. A pesar de que los especialistas en el tema, reconocen que cuando existe una “poderosa interacción genes-medioambiente (así como en toda función cerebral sea normal o patológica). Los tratamientos conductuales pueden ser de un enorme beneficio médico en muchos casos” (Mora, F.).

El principio de linealidad es apropiado para fabricar productos, pero no para educar personas.

En lugar de imaginar, innovar e investigar, se busca una explicación genética, se da una respuesta médica desde la noción de enfermedad (Armstrong, T.). Se etiqueta como síndromes, esas extrañas conductas y capacidades que nada tienen que ver con el mundo “normal”. La etiqueta limita el desarrollo de todo ser humano, es la excusa perfecta para poner límites al aprendizaje. El resultado es que se pierde un una materia prima sin explorar, de incalculable valor, con capacidad para generar talento. Son los diamantes en bruto que el sistema educativo abandona en las profundidades del cerebro. “Muchas veces lo más relevante no es impartir conocimientos o dar explicaciones, sino hacernos preguntas que nos permitan explorar cosas que previamente ni nos habíamos planteado” ( Alonso, M.).

 

TT Vega. Presidenta de Ramal.